abril 03, 2006

HACER LA PAZ CON LA TIERRA


Por Raimundo Panikkar

Ninguna tentativa de restauración ecológica del mundo tendrá éxito mientras no lleguemos a considerar la Tierra como nuestro cuerpo y el cuerpo como nuestro Sí. Pero si «nuestro» se entendiera en el sentido de propiedad privada e individual, incurriríamos en una deformación del concepto. Ni la tierra ni el cuerpo, ni el Sí se identifican con mi (psicológico) ego. Nosotros somos copartícipes de la Palabra, como dicen los Vedas y repite el Evangelio, identificando la Palabra con la Vida divina, la Vida con la Luz y la Luz con Dios. El problema ecológico es estrictamente teológico y viceversa. La tradición judaica nos habla del pacto de alianza con Noé. Una de nuestras tareas más urgentes e importantes es justamente un pacto de alianza con la tierra. El movimiento ecológico no es otro modo tecnológico de explotación más racional y duradero de la tierra. Si pretende ser una eco-filosofía digna de tal nombre, esto requiere una relación completamente distinta con la tierra. La tierra no es un objeto ni de conocimiento ni de codicia. La tierra es parte de nosotros mismos; de nuestro Sí.


Hay movimientos que promueven la ratificación de un pacto de alianza con la tierra. Se trata de un pacto de fidelidad con nosotros mismos. Es una cuestión de sensibilidad, y es precisamente esto lo que me ha inducido a calificar la escisión del átomo –salvando todas las buenas intenciones– como aborto cósmico. Nosotros matamos y sacamos del vientre mismo de la materia esas partículas de energía suplementaria que necesita nuestra avidez porque hemos quebrantado el ritmo de la naturaleza. Cuando se mezcla la política, ya no se tortura simplemente a este o aquel animal: se tortura a la naturaleza. Paz no significa mirada idílica o idealista de total pasividad y tampoco una idea estática de la vida, como si no fueran necesarios los metabolismos positivos y negativos. El animal no «mata», come. Cuando el hombre sigue a la naturaleza, no explota, sino crece y evoluciona. La cadena del ser, o la rueda de la existencia, es algo vivo. Hay intercambio y muerte. Pero hay también resurrección. La paz con la tierra excluye la victoria sobre la tierra, su sumisión y su explotación para nuestro uso y consumo. Requiere colaboración, sinergia y nueva consciencia.