diciembre 25, 2006

CLIMA ALTERADO - DESAFIOS 2006-2007


Público afiebrado por cambio climático
Por Stephen Leahy

TORONTO, dic 2006 (IPS) - En el año que termina, la ciudadanía de Estados Unidos y Canadá comenzó a tomar en serio el cambio climático y a presionar a los dos gobiernos para que impongan una reducción de las emisiones de gases invernadero.

Lo que no queda tan claro es si la población de los dos países norteamericanos se comprometerá a manifestar esa postura con más ahínco ante sus líderes políticos, así como a cambiar su conducta y hábitos de consumo para abatir esas emisiones.

El mes pasado, por ejemplo, miles de personas pasaron al menos tres días con sus noches haciendo fila frente a los comercios de productos electrónicos estadounidenses y canadienses para ser los primeros en gastar 600 dólares por la última edición de una consola de juegos electrónicos.

¿Cuántos pasarían dos horas, aunque sea, en protestar por la inacción de los gobiernos ante el recalentamiento planetario?

"Cada vez se constata más apoyo público, pero no estoy segura de que haya voluntad de hacer nada", dijo Eileen Claussen, del Centro Pew sobre Cambio Climático Global, institución académica estadounidense que trabaja con empresarios y dirigentes políticos.

Las encuestas del otoño boreal pasado indican que el público canadiense y estadounidense está preocupado por el impacto del cambio climático en el mundo en que vivirán sus hijos y nietos, y que está al tanto de la falta de voluntad de los gobiernos al respecto.

El documental "Una verdad inconveniente", en que el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore expone la gran cantidad de evidencias sobre las causas y el peligro del recalentamiento planetario, es la tercera película en su género más vista en la historia de ese país.

Pero dar a conocer el fenómeno al gran público no es suficiente, según expertos.

"La más importante entre las acciones que se requieren es establecer una política nacional de reducción de emisiones de gases invernadero", dijo Claussen a IPS. "Ciudades, estados, industrias y empresas están todos de acuerdo en eso."

Por ejemplo, la cadena comercial estadounidense Wal-mart pide a sus más de 30.000 proveedores que reduzcan sus emisiones de gases invernadero, aquellos a los cuales la mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento del planeta, con el dióxido de carbono a la cabeza.

Wal-mart también informa a sus clientes sobre el problema, indicó Claussen.

El dióxido de carbono es emitido en gran medida por la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, en actividades como la industria y el transporte.

"Pero no habrá en Estados Unidos una política nacional de reducción de emisiones por al menos dos años, y todo parece indicar que serán más de cuatro", agregó. En otras palabras, eso ocurrirá mucho después de que el presidente George W. Bush haya abandonado la Casa Blanca.

El Protocolo de Kyoto de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, firmado en 1998, obliga a 34 países industrializados a reducir sus emisiones 5,2 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el periodo entre 2008 y 2012.

Estados Unidos firmó el Protocolo de Kyoto cuando fue acordado en esa ciudad japonesa, pero el gobierno de Bush retiró su adhesión con el argumento de que los recortes de emisiones serían demasiado costosos para la economía del país.

Además, señaló que la implementación del convenio pondría a la economía estadounidense en una situación desventajosa frente a grandes países en un pujante proceso de desarrollo, como China.

Desde 1990, las emisiones estadounidenses, que representan la cuarta parte de las mundiales, crecieron 16 por ciento.

Canadá sí ratificó el acuerdo, pero sus emisiones de gases invernadero aumentaron casi 30 por ciento desde 1990, en gran parte por el auge del sector de los hidrocarburos.

Este país de elevada industrialización necesita un buen plan de reducción de emisiones, pero el gobierno conservador que encabeza el primer ministro Stephen Harper carece de voluntad política para elaborarlo e implementarlo, dijo Morag Carter, director del programa de cambio climático de la ambientalista Fundación David Suzuki.

"Confiamos en que el público convenza a los políticos de tomar medidas al respecto", dijo Carter.

Pero, más allá de mostrar preocupación, el público de Estados Unidos y Canadá no parece apartarse de sus televisores y de sus videojuegos para asegurarse de que sus líderes políticos hagan algo contra el recalentamiento planetario.

Mientras los negadores del cambio climático financiados por las compañías del sector energético divulgan sus argumentos, los comentaristas de los medios de comunicación consideran que el asunto es "demasiado complicado" como para saber con certeza qué hacer.

"Confío en que la prensa estadounidense comience, por fin, a comprender que el debate científico ya concluyó" desmintiendo a los desmentidores, dijo Claussen.

El problema es que el público aún no entiende que sus decisiones personales, como la compra de un automóvil o de un lavarropas, pueden reducir o aumentar las emisiones de gases invernadero, sostuvo.

"La gente también minimiza la eficacia de las acciones personales, porque ven muy pocas personas" tomando las decisiones correctas, observó.

Sería útil que los consumidores promedio tuvieran claras apenas 10 medidas que pueden tomar en su vida cotidiana, explicó Claussen.

La Fundación David Suzuki lanzó un programa en ese sentido hace cuatro años, denominado Desafío Natural.

Entre las acciones recomendadas figuran una reducción de 10 por ciento en el consumo de energía hogareña, usar bicicleta o el transporte colectivo, comer alimentos sin carne al menos una vez por semana --pues la digestión del ganado también emite gases invernadero-- y elegir aparatos domésticos adecuados.

Más de 238.000 personas se unieron al programa, y reciben una vez por mes recomendaciones nuevas. "Los canadienses están dispuestos a cambiar su estilo de vida. Cientos de personas se incorporan al Desafío Natural cada semana", dijo Carter.

Pero las grandes industrias canadienses, responsables de más de la mitad de las emisiones de gases invernadero del país, aún tienen mucho por hacer para alcanzar el recorte recomendado por muchos científicos a fin de frenar el recalentamiento planetario, que asciende a 80 por ciento para 2050.

El sector del gas y el petróleo, que gana miles de millones de dólares al año, podría reconvertirse en una industria neutral en emisiones a un costo de centésimos por barril, según diversos estudios.

Pero el gobierno de Canadá prefiere la implementación de medidas voluntarias.

Eso está muy lejos del recorte obligatorio de emisiones de tres por ciento anual que, con seguridad, aprobará el parlamento de Gran Bretaña en los próximos meses, dijo Catherine Pearce, directora de la campaña de cambio climático de la organización ambientalista Amigos de la Tierra Internacional.

A pesar de que el gobierno de Tony Blair es uno de los líderes mundiales en la materia, todavía no hace lo necesario, según 70 por ciento de los británicos entrevistados por las encuestadoras.

La iniciativa a estudio del parlamento británico ayudará al país europeo a desarrollar nuevas tecnologías que podrán aplicarse en otras naciones, añadió la activista, para quien la posición de los partidos en torno del cambio climático será crucial en las próximas elecciones.

Alemania no le va en zaga a Gran Bretaña, pues considera una reducción obligatoria de emisiones de 40 por ciento para 2020 en caso de que la Unión Europea asuma un objetivo de 30 por ciento.

Para Pearce, el bloque europeo cree que debe mostrar liderazgo en esta materia para que países en un proceso de industrialización acelerada, como China e India, sigan su ejemplo.

En cambio, buena parte de los legisladores de Estados Unidos y Canadá creen que no deben hacer nada a menos que estos dos gigantes asiáticos formulen sus propios compromisos de recorte de emisiones.

"La comunidad internacional está exasperada con la irresponsable actitud" de los dos países norteamericanos, concluyó Pearce. (FIN/2006)