OFENSIVA ECO-TECNOCRÁTICA ("VERDIFICACION" IMPERIAL)
Cambio
climático:
ver para
creer
Josep Borrell
Estrasburgo
29 enero 2007
Las evidentes alteraciones climáticas de este atípico invierno han catapultado la cuestión del cambio climático en la opinión pública mundial.
Ver para creer… Cuando nieva en California es primavera en Harvard y los glaciares de los Alpes se derriten a ojos vista, la lucha contra el calentamiento atmosférico se impone a todos, incluido el señor Bush.
En efecto, el presidente que despreció olímpicamente el Protocolo de Kioto dedicó, el pasado martes, una buena parte de su discurso a la Nación a la cuestión del medio ambiente y las economías de energía. Un importante cambio de posición que no hace sino seguir a la opinión pública, a los gobiernos federales y municipales y a grandes grupos industriales cada vez más influidos por los defensores del medio ambiente y por la necesidad de garantizar la independencia energética del país.
Los estadounidenses empiezan a tomar conciencia de que su adicción al petróleo, que con el 5% de la población consumen el 45% de la producción mundial, no puede continuar. Y los medios empresariales empiezan a pensar que hay mucho dinero que ganar en la lucha contra el cambio climático y que Bush, por su testarudez, se ha convertido en un obstáculo.
El cambio climático y la búsqueda de soluciones para “descarbonificar” la energía se ha convertido en una cuestión de sociedad de la que se habla y discute en todos los foros y también en un poderoso instrumento de reactivación económica.
Los ejemplos son legión: en California la inversión en tecnologías limpias supera la se hizo en la revolución digital. Los granjeros de las llanuras centrales se olvidan del maíz para reconvertirse en productores de biocarburantes. El 20% de la energía que consumen los daneses es eólica, y se proponen llegar al 50%. El Davos de este año es más verde que nunca, con 17 sesiones dedicadas al cambio climático. El 20% de los participantes lo consideran una cuestión primordial, el año pasado sólo eran el 8%.
Así pues, 15 años después de la Conferencia de Río, se ha producido un gran cambio en las actitudes frente a un riesgo que se confirma y del que ya no se habla sólo en términos de costes sino también de oportunidades.
Este golpe de balancín es enormemente importante. La batalla de la ideas parece ganada y ahora debe ser más fácil actuar en consecuencia. Sobre todo para preparar el apres-Kioto a partir del 2012, introduciendo medidas más coercitivas y un mayor grado de coordinación internacional.
Este lunes empieza en París la reunión del GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima) y el viernes darán a conocer una parte de su cuarto informe, que confirma el papel de la actividad humana en el aumento de las temperaturas y la previsión de que continuarán aumentando sensiblemente. Las cifras que se avanzan no son muy diferentes de las que anunciadas antes, pero son mucho más creíbles que nunca.
Aprovechando la presentación de este informe, el presidente Chirac ha convocado para el mismo día un gran encuentro, con la asistencia de la canciller Merkel y el nuevo secretario general de ONU, para plantear la creación de una Organización Mundial del Medio Ambiente como órgano de coordinación centralizada de nuevas medidas que no pueden ya basarse únicamente en mecanismos de mercado como los derechos de emisión.
En realidad, las medidas previstas por el Protocolo de Kioto no habrán conseguido, en el 2012, sino disminuir ligeramente las emisiones de los países desarrollados firmantes y apenas inflexionar las de los países emergentes. Es necesario pasar a una velocidad superior y, sobre todo, incorporar a EEUU, el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero y también a los países emergentes, India y China.
Los esfuerzos de Europa son muy importantes pero hay que ponerlos en la perspectiva de su dimensión relativa. El americano medio genera 20 toneladas de equivalente carbono al año, el europeo 10, el chino 4 y el hindú 2. Es evidente que no se les puede exigir las mismas responsabilidades a unos y a otros ni someterles a las mismas restricciones.
Pero el rápido desarrollo de los países emergentes debe ser tenido en cuenta en el balance global. Al ritmo actual China será dentro de 10 años la mayor generadora de gases de efecto invernadero. Frente a ella poco pesan las mejoras que puede hacer un país europeo de talla media como Francia, que representa hoy el 1,5% de las emisiones.
Estas expectativas de evolución no eximen a los países desarrollados de hacer el mayor esfuerzo, todo lo contrario. Pero lo importante es tomar clara conciencia de que sin una ruptura tecnológica mayor en las formas de producir y consumir energía no será posible a la vez mantener el nivel de vida de los países desarrollados, impulsar el desarrollo de los emergentes y al mismo tiempo evitar el calentamiento atmosférico y sus consecuencias.
Estamos ante un “problema bíblico”, que a todos nos afecta cualquiera que sea la responsabilidad de unos y de otros en su origen. Por eso son tan importantes las transferencias de tecnología y los “mecanismos de desarrollo limpio” (mdp) que permiten a los proyectos “limpios” efectuados en países no sometidos a las restricciones de Kioto obtener créditos de emisión que pueden vender. Es una forma de reconocer que cada tonelada de CO2 que se genera tiene el mismo efecto cualquiera que sea el lugar donde se produce.
Estamos ante una tarea colosal pero llena de oportunidades. Las economías y las sociedades del siglo XXI se construirán sobre la descarbonificación de la energía, el abandono de los hidrocarburos, las técnicas de “secuestro del CO2, la eficacia energética y el desarrollo de todas las formas de energías renovables. La energía nuclear, como el gas, puede desempeñar un papel en la transición que tendrá que ser debidamente analizado, pero no puede ser la solución global a escala planetaria.
El movimiento de la opinión que estamos presenciando estos días anuncia la emergencia de una nueva ecología industrial. Que se manifiesta, por ejemplo, en las etiquetas que pronto señalarán en los supermercados británicos la cantidad de CO2 generada en la producción de lo que se compra.
La elección no es entre crecimiento y medio ambiente, entre crecimiento y cambio climático, porque los procesos de innovación tecnológica y de conciencia social nos pueden permitir hacer de la defensa del medio ambiente un poderoso impulso al crecimiento económico que necesita una gran parte de la Humanidad para salir de su pobreza.
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