enero 07, 2010

La verdadera dimensión del fracaso de la Cumbre del Clima de Copenhangue



30-12-09 / Ernesto Montero Acuña


O nos hundimos juntos o nos salvamos los dos, sería la frase ideal para reflejar la evolución de la disyuntiva entre economía y cambio climático en el 2009, con antecedentes marcados en los últimos años.

Desde el 2007 vienen asociándose con mayor agudeza la crisis alimentaria que afecta hoy a más de mil 20 millones de personas, la energética originada por las menguantes existencias de hidrocarburos, la económica que agudiza todas las contradicciones y la climática cada vez más alarmante.

También se vincula a ellas el boom de los biocombustibles, que Estados Unidos ha promovido con la aparente intención de solucionar las crisis energética, medio ambiental y de pobreza.

Pero también con el propósito marcado de obtener utilidades con terrenos, floresta y trabajo súper explotado, sobre todo en países pobres.

A juicio de analistas, la crisis global en progresión, debida a la acumulación generada por el capital, no será solucionada o atenuada con medidas que incrementarán los efectos negativos sobre la especie y el planeta, como es el caso de los biocombustibles, ahora silenciados publicitariamente, mas no abandonados.

La situación se agudiza de manera que cada vez se desvinculan menos las crisis alimentaria, energética, económica y climática, en tanto que las soluciones, contrariamente a lo necesario, se encaminan por las sendas menos salvadoras.

A finales de 2009, esta contradicción condujo, a juicio de la opinión pública más avanzada, al fracaso de la Cumbre sobre Cambio Climático, celebrada entre el 7 y el 18 de diciembre en Copenhague, Dinamarca, con un resultado calificado como engaño a la población mundial en vez de resultar esperanza planetaria.

Se llegaba a la cita luego de los acuerdos mínimos de la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático en Bali 2007 o COP 13, que presumiblemente abría el camino (vía Poznan 2008 o COP 14) hacia Copenhague 2009 o COP 15, sigla utilizada para identificar Conferencias de las Partes.

Como reflejo de la creciente preocupación mundial sobre el clima, la primera COP se efectuó en la capital alemana en 1995, marcada por la incertidumbre respecto a medidas que podían tomar países individualmente para reducir emisiones de gases de efecto invernadero.

El Mandato de Berlín, de ella derivado, posibilitó proseguir con una fase de análisis y evaluación de dos años, los que garantizaron la continuidad de un proceso conducente al reciente foro en la capital danesa, promovido por Naciones Unidas y asumido con urgencia por la mayor parte del mundo.

En la edición de Copenhague se negociaría un protocolo que sustituyera en el 2012 al de Kyoto, aprobado en aquella localidad japonesa el 11 de diciembre de 1997 y que entró en vigor en el año 2005, luego de las ratificaciones necesarias, pero con la significativa excepción de Estados Unidos, hasta el presente.

Previo a la cita, ambientalistas de todo el mundo consideraban que esta "podría ser la última oportunidad para evitar un cambio climático que se nos escape definitivamente de las manos".

Como otro precedente, se llegaba a esta cumbre luego de que en Bankog, Tailandia, fracasara el 9 de octubre de 2009 la conferencia de la ONU sobre cambio climático, que concluyó sin tomar acuerdo sobre sus objetivos de recorte de los gases de efecto invernadero ni acerca de la financiación a los llamados países en desarrollo.

Más de dos mil delegados debatieron allí los objetivos para el período 2012-2020, consistentes en fijar las nuevas emisiones, a partir del 5,2 por ciento establecido en el Protocolo de Kyoto, y en incluir a Estados Unidos y otros países en el documento que presuntamente se aprobara en Copenhague.

Allí se recomendaba que los países ricos rebajaran entre el 25 y el 40 por ciento sus emisiones para el 2020, pero la Unión Europea proponía recortarlas hasta el 30 por ciento, Japón al 25 y Estados Unidos reconocía extraoficialmente como posible el siete por ciento.

Mas, durante la Cumbre de Copenhague, el presidente Barack Obama propuso el 17 por ciento como meta para la reducción hasta el año 2020, cifra muy baja si se parte del referente básico de 1990, pues significa que Estados Unidos se compromete a disminuir sólo el cuatro por ciento, inferior a la del Protocolo de Kyoto.

Así provocó, adicionalmente, que muchos países europeos y Japón, firmantes del acuerdo precedente, intentaran eliminar el protocolo sin asumir nada en su lugar, para tampoco tener metas comprometidas, en lo que se calificó más bien como una puja contra el clima que un debate a su favor.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, sostuvo luego que la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero debe ser una prioridad para todos los gobernantes, pero principalmente para los países desarrollados, que empezaron a contaminar hace 200 años, "mucho antes que Brasil, China, India y otros países".

En el caso de Estados Unidos, debe tenerse en cuenta que un año antes de esta cita, el 5 de diciembre de 2008, ExxonMobil sostenía en el Outlook for Energy que la demanda mundial de energía debe aumentar "en un promedio del 1,2 por ciento anual entre 2005 y 2030, incluso considerando importantes ganancias en la eficiencia" energética.

"Se espera -añadía- añadía, que la demanda mundial aumente el 35 por ciento desde el equivalente de 229 millones de barriles de petróleo por día en el 2005 hasta el equivalente de 310 millones de barriles por día en el 2030".

Consideraba que el petróleo, el gas y el carbón continuarán abasteciendo la amplia mayoría de las necesidades energéticas del mundo, con casi el 80 por ciento de la demanda mundial hasta el 2030, "debido a su abundancia, rentabilidad y disponibilidad", pero sin referirse para nada al efecto contaminante.

Parecería quedar resuelto con la formulación: "los biocombustibles también crecerán rápidamente", una iniciativa impulsada por el ex presidente George W. Bush en su discurso sobre el Estado de la Nación del 2007, con intención de alentar la industria automovilística de su país, idea que no ha cristalizado debido a la profunda crisis actual.

Con sólo el seis por ciento de la población mundial, ese país consume, sin equidad alguna, la cuarta parte de la energía y del petróleo gastado en el planeta.

Mas, con la crisis energética, el cambio climático y la pobreza como argumento, Estados Unidos intentaba montar un negocio empresarial consistente en el uso de 132 mil millones de litros de combustibles alternativos para el 2017, con efectos catastróficos para tres mil millones de personas en el mundo.

The Independent reconocía acerca de lo anterior, el 8 de febrero de 2008, que "la expansión de cultivos para producir biocombustibles conduce al envío de enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera y en nada contribuye a detener el cambio climático o el calentamiento global".

Añadía asimismo que "los científicos han producido evidencia condenatoria, la cual sugiere que los biocombustibles podrían ser uno de los mayores fraudes ambientales, porque en realidad empeoran el calentamiento global al contribuir a las emisiones de dióxido de carbono producido por humanos".

Con estas contradicciones como base, el año 2009 sufre consecuencias climáticas muy negativas para los seres humanos y experimenta metas fallidas sobre el tema en foros internacionales.

Una de ellas es que Estados Unidos, pese a ser causante de un enorme daño mundial en este orden, haya venido rechazando sistemáticamente cualquier pacto sobre metas significativas y vinculantes y sobre contribuciones adecuadas a las necesidades de los países en desarrollo.

Parece no tenerse en cuenta, por ejemplo, que Save the Children estima en 175 millones los menores de un año que se verán afectados en la próxima década por el incremento de desastres naturales como inundaciones, ciclones, sequías y otros debidos al cambio climático.

O que también haya 25 millones más de niños desnutridos -añadidos a los 55 millones en estado agudo ya existentesâ?ö debido a la reducción de la producción agrícola y de la consiguiente menor disponibilidad de alimentos, por factores ecológicos.

La radio de Naciones Unidas transmitía el último 14 de diciembre que eventos meteorológicos severos fueron responsables este año del 75 por ciento de las muertes provocadas por desastres naturales y que 55 millones de personas resultaron afectadas por 224 calamidades meteorológicas.

El Fondo de Población de la ONU difundió el 21 de diciembre, tres días después del foro de Copenhague, que más de mil 500 millones de jóvenes en el mundo son especialmente vulnerables a los efectos negativos del cambio climático, la mayoría de ellos pertenecientes a países en desarrollo.

En su Estado de la población mundial 2009, la organización refleja que en naciones del Tercer Mundo habita más del 70 por ciento de las personas comprendidas entre 10 y 24 años, muy sensibles a todos a los efectos del cambio climático, presentes y futuros, porque se les incrementarían a lo largo de la vida.

A ello se asocian asimismo la mayor pobreza y la falta de acceso a vivienda, infraestructura, agua, salud y otros servicios, sobre todo para la población femenina joven, integrante de las dos terceras partes de la población pobre en el mundo. Una gran proporción de jóvenes residen donde los efectos del clima serán más severos.

En la larga lista de consecuencias también se incluye este año el descubrimiento por científicos del Instituto Leibniz de Ciencias Marinas de Kiel, Alemania, que el cambio climático provoca una mayor pequeñez en los peces, con "repercusiones en el funcionamiento de todo el ecosistema".

Dos días antes de concluir la Cumbre de Copenhague, la organización Acciónatura editorializaba que el cambio climático es de los mayores retos a que se enfrenta la humanidad, por su impacto sobre el aumento del nivel del mar, las épocas de floración y fructificación de las plantas y la distribución e incluso extinción de especies.

"Hablamos también", añadía, "de un aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, como las tormentas, inundaciones o sequías" y "de impactos sociales y económicos", como pérdidas de cosechas y de empleos, aumento de pobreza y enfermedades, y millones de desplazados y refugiados.

En cuanto a la cita danesa, concluía con la apelación evidente de que actuar ahora costará dinero, pero no hacerlo a tiempo costará mucho más.

El presidente venezolano Hugo Chávez exhortó en Copenhague, precisamente, a tener muy en cuenta dos consignas "poderosas", en boga entonces en la capital danesa. Una de ellas era: "No cambien el clima, cambien el sistema". La otra: "Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado"

Tales advertencias reflejan cómo la economía del capitalismo desarrollado, encabezado por Estados Unidos, viene oponiéndose a la ecología humanista, una condición imprescindible para salvarse juntos, aunque con otro sistema, como dijo el líder bolivariano.

Ernesto Montero Acuña, periodista especializado en temas globales e integración latinoamericana.




enero 01, 2010

Navidad en Copenhague



Texto de Marco A. Gandásegui, hijo

La cumbre climática de Copenhague arrojó como resultado final un gran fracaso para aquellos que tenían esperanzas de poder estabilizar el futuro del planeta Tierra. A diferencia de las cumbres económicas o militares, cuyos acuerdos pueden ser alterados según la correlación de fuerzas, cada día que pasa sin que se tome acción frente al deterioro climático es un paso hacia nuestra propia destrucción.

Mas allá de todos los teatros montados por los líderes mundiales en Copenhague, sus declaraciones huecas e irresponsables, hay una realidad muy concreta que todos los países del mundo deben enfrentar. Lo resumiré en tres puntos:

1. Los grandes países capitalistas no tienen la capacidad técnica para generar ganancias de sus inversiones si no siguen abusando del ambiente que les proporciona sus materias primas.
2. EEUU es el país que tiene las plantas industriales más antiguas y difíciles de desmontar para entrar en una nueva era de bajo consumo de energía. No se quedan muy atrás Europa occidental y Japón. En cambio, China sufre el problema al revés: apenas está creando su infraestructura industrial masiva y no quiere detenerse.
3. El directorio político que gobierna a EEUU está apostando al tiempo. Es decir, esperan que su sistema de acumulación se salvará con nuevos descubrimientos tecnológicos a corto plazo (primer cuarto de siglo XXI) o, según los más ambiciosos, se descubrirán nuevos “mundos” similares a la tierra para continuar extrayendo materias primas.

El presidente de EEUU, Barack Obama, sorprendió a todos cuando llegó a la cumbre sin una propuesta. Al contrario, su actitud fue de doblar brazos y amenazar a los países menos desarrollados. El mundo esperaba el anuncio que EEUU reduciría sus emisiones entre un 25 y 40 por ciento. Sin embargo, sólo prometió una reducción del 4 por ciento.

Según la ONU, los recortes de emisiones actualmente propuestos significarían un aumento de las temperaturas globales de 3 grados celsius en promedio. La información contradice las promesas de los líderes mundiales de fijar el tope de los aumentos en 2 grados. En una maniobra que fue calificada como poco diplomática, Obama logró sentar a cuatro países “emergentes” para proponerles un acuerdo informal que se presentaría ante el mundo como un gran triunfo.

El documento fue rechazado por Rusia, la Comunidad Europea, la mayoría de los países latinoamericanos e, incluso, por los mismos países que en un principio habían cooperado con Obama: África del Sur, Brasil, China e India. Al final Obama tuvo que abandonar Copenhague de manera parecida a la retirada del presidente Bush (hijo) de Mar del Plata cuando fracasara la cumbre de ALCA. Desde el punto de vista político, lo que más le preocupa a los líderes mundiales y a otros sectores sociales, es el estilo de Obama que ha adoptado, faltando un mes para cumplir su primer año en la Casa Blanca, la misma arrogancia e indiferencia de Bush.

El gobierno panameño envió una delegación a Copenhague que se mantuvo en el anonimato. Es probable que su perfil bajo se debió a los problemas que los últimos gobiernos han estado creando en el país mediante políticas públicas destructivas. En Copenhague se habló de proteger la tierra, en Panamá se dan permisos sin plan ni estudios para extraer oro de una mina a tajo abierto, se construyen hidroeléctricas y se reprime a los pueblos indígenas.

- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.

http://marcoagandasegui.blogspot.com